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156 PAGINAS INMORTALES

sombra protectora de su hermana política Doña Do- minga Dorrego de Miró, pero cansada en los úlli mos meses de solicitar su montepía tuvo que re- signarse á tomar la aguja, rosicado con sus hijas día y noche para la topería de Don Simón Pereyra que proveía por extonees al ejér:ito, pues tenía que sostenerse y pagar setenta pesos de alquiler men- sual por una de las casitas llamadas “de la Cate- áral”? on la calle San Martín, sin embargo de que estaba en ananos del gobernante librarla «de ese one- ros0 grivámen,

Así permaneció dicrisiete años aquella hermosa cuanto «esventurada señora, hasta que en 1845 el tirano le envió un cimisario manifestando el deseo que tenía de poseer las charreteras y la banda “e Gobernador de su difunto esposo.

La rica espada obsequiada al Coronel Dorrego por su amigo el Brigadier Azcuénaga ya había sido prescutada á Rozas cn nombre de aquella señora en Noviembre de 1829, quién al recibirla consignó ba- jo su firma: No olvidaré jamás á la viuda é hijos de Dorrego... Ási ts que la pobre viuda no vaciló ca mandarle en el acto aquellas codiciados prendas que era lo único que había salvado en el naufragio de su hogar, uprovechando al mismo tiempo la oportenidad para reiterar anteriores súplicas, en tuición de su derecho, á una pensión cualquiera que pusiese remedio 4 tanto desamparo.

El patriítico desprendimiento de la Señora Do- rrego, tuyo su recompensa merecida, Recordando Rozas su antigua promesa, le asignó entonces lt esn- tidad de trescientos pesos mensuales, y le mandó abonar la de cincuenta mil pesos moneda corriente