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La Ma DE ZITACUARO 165

ven de lo más estricto, —y eu esto está usted bien in- tormadu,—pero yo estoy contenta con mi suerte y con sufrir en unión de mí pueblo, y imnis hijos lo es- tán también, Este contento se trocaria en vergilen- za y en pesar st yo aceptase para aliviar mis males los medivs que me ofrecen los enemigos de mi pa- iria

—¡ Señura!—pretendió interrumpir el traidor «jue la esruchaba.—Es decir...

—...que no atepto nuda de los enemigos de mi patria l—eonetuyó la Señora Isazaga, recaleando vn tanto sus palabras, Alemna vez la República triun- fará ¡así lo espero! y entonces los míos tendrán cui- dado de reparar mis males y los de mis compatrio- tas. Usted considerará esto, no como la expresión de una vana soberbia, sino de dos sentimientos de pa- iriolisino que erco sabrá usted respetar.

Sorprendido cl emisario imperial de respuesta tan espartana, y respetundo aquella grandoza de al- ma, desesperó hallar en Zitácuaro en quien ejercer la bencficeneja de sn emperatriz, por Jo que, levan- tando sus tres mil pesos, retiróse de allí todo aver- gonzado y confuso,

L: heróica Señora de Isazaga, horra y prez de su patria y de su sexo, no vive ya en el valle de Mi- ehoacán: está en la inmortalidad !

Recordemos su nombre! Honremos su memoria!