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44 PAGINAS INMORTALES

confesión, desde que viera la luz jamás se había ale- jado, hasta perder de vista, el lugar de su naci- miento.

Era esta señora Doña Teodora Suírez de Roldán, santiagueña de orígen, que por la época de la Re- volución contaría setenta mavidades, Sin embargo, cn medio á sus privaciones que eran muchísimas, manteníase erguida, fuerte y jovial, viviendo feliz y satisfecha eo lu iniserable choza que le servía de ybrigo y compartiendo con aquellos rústicos cam- pesinos que la rodeaban.-—y de quienes parecía ser abuela. —iodas sus aspiraciones de mujer, de ma- are y de amiga.

Al entera: esta hospitalaria Señora del desti- na que allí llevaba á tan distinguidos huéspedes, en un trasporte de jubiloso entusiasmo presentó con gracia exquisita al eminente tribuno y soldado ar- gentino una sencilla flor del campo,

Mnyido el Doetor Castelli por la curiosidad, al ver reverdecido el surcado semblante de la noble anciana, preguntóle con esa afabilidad que era su característica :



Qué edad tiene Vd. mi buena señora ?

Por toda contestación Doña Teodora dejó vagar por sus delgados labi traducible sonrisa

Nadie conjeturó al principio su motivo, pero ins- tándola de muevo el representante de la Junta re- volucionaria de Buenos Aires á que no le dejase en anda respecto de su edad:



-—Vea, Señor, —contestó con sutil perspicacia, siempre sonriendo, —no soy tan vieja como parezco. Apenas tengo algunos meses.

Sorprendido Castelli ante respuesta que no espe-