representante genuino de la derecha legitimista; presidíale M. de Villele, á quien no faltaba ni habilidad ni talento, pero le arrastraba el torrente de la reacción ultra-realista. Como el partido victorioso habia combatido desaforadamente la censura, no osó restablecerla, pero propuso y obtuvo de las Cámaras la aprobación de una ley restrictiva en alto grado que fué la de 1822. Las disposiciones capitales y las más restrictivas de este nuevo sistema eran las siguientes: exigia autorización previa para la publicación de periódicos; concedía á ciertos tribunales la facultad de suspenderlos y suprimirlos; trasladaba á la jurisdicción de los tribunales correccionales las materias de imprenta en que antes entendía el jurado, y en caso de difamación contra empleados públicos solo permitía que se pudiera articular la prueba escrita. Aun con todas esas trabas fuera preferible este sistema á la censura; pero el nuevo Gobierno no renunciaba totalmente á restablecerla, al menos durante el intérvalo de las legislaturas, si bien habia de cesar abiertas las Cámaras, asi como al llegar el período de las elecciones generales.
Tal era la ley de 1822, cuya discusión dio lugar á tormentosos incidentes. Combatiéronla los centros de la Cámara, no solo el izquierdo, sino hasta los mismos ministros del anterior gabinete Richelieu y Pasquier, y otros oradores igualmente templados y juiciosos. Con esta ocasión pronunció Royel Collard uno de sus más famosos discursos: B. Constant, Foy, Manuel y otros oradores de la izquierda emplearon contra ella sin fruto los tesoros de su elocuencia. Mientras estuvo en vigor, y con arreglo á sus prescripciones, sucesivamente recurrió el Gobierno á los medios preventivos y al de la represión. La censura , que es al parecer el sistema más fácil y cómodo, impone sin embargo al Gobierno una responsabilidad pesadísima, por cuanto impide decir y por cuanto permite que se diga. Los tribunales correccionales dominados por la opinión pública, se mostraron mucho menos severos de lo que se había esperado. Sintiéndose débil, y considerando insuficientes los medios de defensa que su propio sistema de imprenta le proporcionaba, propuso el ministerio Villele en 1827 otro proyecto aun más duro y erizado de trabas á que dio la ironía del público nombre de ley de justicia y amor. Obtuvo mayoría favorable de los Diputados; pero ante la oposición de los Pares, á cuya Cámara se habia refugiado el espíritu de templanza é independencia, hubo de retirarla el ministerio en medio de estrepitosas demostraciones de público