resultó de aquellas deliberaciones? La terminante resolución de sostener el proyecto de ley.» La voz del ministro de Estado hubo sin duda de llevar el convencimiento al ánimo de un gran número de Diputados. Solo siete votaron en contra: si no estamos engañados, fueron 38 los que se abstuvieron de votar, además de los ausentes con licencia. Asi quedó resuelta aquella especie de crisis.
¿Cómo se explica esta repugnancia de muchos Diputados á asociarse á la nueva política del Gobierno? ¿Cómo ha podido este último, ó para hablar más propiamente, el Emperador mismo hallar contradicción entre sus partidarios más fervorosos? No pueden hacer sin embargo al jefe del Imperio la ofensa de suponer que con su larga experiencia desconozca las condiciones necesarias para la defensa de la sociedad que ha colocado el poder en sus manos, ni tampoco que se haya convertido en. cortesano de los caprichos populares.
Al hablar del Emperador de los franceses y de su política con la imparcialidad que nos cumple, claro es que en ningún caso hablamos de apartarnos del respeto que imponen las reglas más comunes del decoro al escribir el nombre de cualquier Soberano extranjero. Si desde nuestro punto de vista nacional hubiéramos de mirar el asunto, no solo serian los deberes del decoro sino los de la benevolencia los que habríamos de tener en cuenta al juzgar á un Gobierno que en el espacio de diez y seis años siempre ha demostrado en sus relaciones con España las deferencias de leal y amistoso vecino. Pero en esta ocasión al consignar ingenuamente nuestro sentir, no hay lugar de que semejantes consideraciones nos embaracen, pues por fortuna, de esta parte de la política personal del Emperador no tenemos que hacer sino elogios. Cualquiera que sea el fallo que la posteridad y la historia pronuncien sobre su reinado, puede afirmarse desde ahora que entre otras privilegiadas dotes le concederán atención escrupulosa y tacto especial para observar lo que requieren las circunstancias y atemperarse á las exigencias y ondulaciones de la opinión pública. Sin apartarnos de la imparcialidad más extricta, podemos decir que desde el punto de vista de las ideas liberales y modernas nos parece ser este Soberano muy superior en general á sus parciales y además á no corta parte de sus adversarios.
La política comercial de su Gobierno, bien sea en los actos más importantes, como los famosos tratados que han alterado