necesaria para fundar nuevos periódicos, de que sea suprimido uno de los antiguos ni al Gobierno le puede resultar gran provecho, ni á los partidos daño irreparable. Además de que no ha faltado quien recuerde en el Cuerpo legislativo, que cuando en tiempo de la restauración desapareció por sentencia El Constitutionnel, volvió á aparecer con el título del Commerce.
Ha llegado la hora de poner término á este trabajo, antes de que lo hayan tenido las discusiones del Cuerpo legislativo. ¿Se ha de inferir alguna consecuencia de lo que antes ha pasado y ahora ocurre entre nuestros vecinos, de la diversidad de sistemas alli empleados para regir y refrenar la imprenta, y del notabilísimo ejemplo de un soberano que le devuelve su libertad sin precisión apremiante que á ello le obligue? En esa prolongada experiencia, y en esa resolución inesperada, todos tenemos mucho que aprender. Si para lo porvenir quisieran oir nuestro consejo los que desean veloces y radicales progresos, les recomendaríamos que prestaran toda su atención á lo que ha sucedido de un siglo á esta parte en pueblo mil veces citado como modelo de cultura, y que con difíciles ensayos, muy á su costa, ha adquirido títulos para ofrecer á toda Europa su propia historia como dechado perfecto de desengaños y escarmientos. ¡Cuántas veces progresos ciertos, mejoras seguras, libertades prácticas no han sido en Francia por los partidos radicales desdeñadas y escarnecidas, porque las ponían en parangón con un modelo de perfección soñada y quimérica, que creían cada día tocar con sus manos, y que desvaneciéndose, se les escapaba de ellas al día siguiente de su conquista, obtenida á costa de luto y de lágrimas! Y hoy la libertad de imprenta de que van á gozar, menor que la desdeñada en épocas anteriores, la habrán de agradecer al jefe del imperio, cuya previsión y sabiduría se sobrepone á los recelos del Cuerpo legislativo!
A las clases conservadoras de la sociedad española diremos que tampoco deben desaprovechar esas enseñanzas. Sin duda no les falta derecho á vivir honradamente de su trabajo, lo tienen á gozar de su propiedad con sosiego, les sobra la razón al desear la paz pública, aciertan por último en apetecer que, á la sombra de