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SOBRE EL CONCEPTO

fama: ¡Los españoles, mucho, mucho valor! Las españolas , qué bonitas, qué bonitas! Se asegura que somos tan vidriosos y tan ciegos, que no se nos puede advertir falta alguna, para nuestro bien, sin que nos ofendamos. Nuestra cocina lia sido siempre para los franceses un manantial inagotable de chistes y de lamentaciones. ¿Qué gracias no se han dicho acerca del puchero y del gaspacho? ¿Y sobre el aceite? Algunos suponen que desde Irun hasta Cádiz el aire que se respira está impregnado de un insufrible hedor de aceite rancio. La gente no come en España; se alimenta. El que comamos garbanzos es lo que más choca, y contra el garbanzo se han hecho mil epigramas cuya sal ática no he llegado nunca á entender. No sé que los garbanzos sean peores que las judias ó que las lentejas que se comen en Francia. Tanto valdria que nosotros nos burlásemos de que en Francia se comen muchas zanahorias y muchas raíces de escorzonera. Por último, es notable nuestra fama de poco aseados, de flojos y de enamoradísimos, sobre todo las mujeres. Doña Sabina, la Marquesa de Amaegui, Rosita, Pepita y Juanita, y otras heroinas de versos, siempre livianos y tontos á menudo, compuestos por Víctor Hugo y Alfredo Musset, son fuera de España el ideal de la mujer española, de facha algo gatuna, con dientes de tigre, ardiente, celosísima, materialista y sensual, ignorante, voluptuosa y devota, tan dispuesta á entregarse á Dios como al diablo, y que lo mismo da una puñalada que un beso. La Cármen de Mérimée es el prototipo de estas mujeres, y no se puede negar que está trazado de mano maestra. Un dístico griego, desenterrado de la Antología por el autor, y puesto como epígrafe á la novela, cifra en sí los rasgos más característicos de la figura. Viene á decir el dístico, traducido libremente, que toda mujer de brio ó de rompe y rasga tiene dos bellos momentos, uno en los brazos de su amante, otro al morir ó matar por celos. De estas y otras noticias y descripciones resulta que todo viandante traspirenaico, si bien viene á España receloso de comer mal, de morir de calor y de ser robado por bandoleros y devorado de lacéria, trae además la esperanza, aunque sea un commis ó un peluquero, de hacer la conquista de todas las duquesas y marquesas que halle, y de ver en cada ciudad, y sobre todo en Cádiz, un trasunto de Pafos ó de Citeres. A los tres días de conocer en Cádiz á una dama de pundonor, la hija ó la sobrina de la pupilera, ya dicha dama, según Byron escribe á su madre ¡singular confidenta! le hacia mil favores, le