al famoso cacique Domingo Neculman. Este, desgraciadamente, estaba ocupado en la cosecha a bastante distancia de su ruca; pero, en cambio, nos recibieron mui bien sus dos hijos Rosario e Ignacio que estaban justamente trillando con yeguas, ayudados por un número respetable de mocetones indios i peones chilenos.
Cruzamos el rio Quepe, en cuyas orillas pasamos la noche en casa de un colono chileno i volvimos el dia despues a Temuco. El cacique Painevilu, a quien queriamos hacer una visita, tampoco estuvo en casa.
En la vuelta hice otra visita al cacique Juan Amasa, mi antiguo conocido, de Collipulli.
No he podido hacer muchos apuntes durante este viaje, porque no encontré ningun individuo apto que ya estuviera acostumbrado a tales trabajos, i para instruir a uno de los que sabian cuentos a dictarlos faltaba el tiempo, pues todos estaban ocupados en las cosechas i ni aun por buen pago querian ponerse a mi disposicion. Así tenian que limitarse mis estudios a lo que podia observar i oir en mis numerosas visitas a las rucas i en las conversaciones a las horas de las comidas o durante el trabajo.
He preguntado en todas partes a los individuos con quienes hablaba si conocian los cuentos de los Estudios VI i VII que llevaba conmigo i de los cuales varias veces les leí trozos mas o ménos completos, siempre con gran contentamiento del auditorio, que daba a los dictados de Calvun el certificado "¡re mapuche təvá!) (eso es verdadero araucano).
El resultado de mis investigaciones orales es en breve el siguiente:
Los cuentos de animales dictados por Calvun (Estudios Araucanos VI) son casi sin escepcion conocidos de la mayor parte de los indios que visité en ámbas orillas del Cautin. Todos conocian muchos otros cuentos semejantes, sobre los mismos animales. Alcancé a oir por lo ménos media docena de cuentos semejantes a los números 4, 8 i 12 de Calvun, sin tener tiempo ni oportunidad para apuntarlos. El estilo de los indios que los contaban era esencialmente igual al de Calvun. Solo me parecia que miéntras mas viva era la narracion ménos a menudo usaban veimeu, para enlazar las frases.