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MOSCOVIA
Borrachos de aguardiente, revueltos y convulsos,
el mujik, el gran duque, el pope y el cosaco
—del crimen epiléptico los mórbidos impulsos—
entran en el palacio de los zares a saco.
Huye despavorido el autócrata pálido,
la ensangrentada mano temblando de ira y miedo,
los ojos muy abiertos sobre el semblante escuálido
y en la boca la angustia de un tartamudo credo.
Derrúmbase el imperio: un fraile epileptoide
envenenado, rueda en macabro banquete
—de libertinos locos la híbrida escorpioide—:
un perfil circasiano, unas manos muy blancas,
unos ojos muy negros, en el rostro blanquete,
unas piernas muy largas y unas redondas ancas...
1918.