Esta página ha sido validada
EL CABALLO DE ATILA
En cañón se transforma, de repente, el arado;
la metralla derriba reliquias venerables
—monumentos artísticos de glorioso pasado—
y en las ciudades entran las hienas implacables.
Se pierden en los campos las fértiles cosechas;
los pensiles se mueren de nostalgia de riego;
resquebrajan los muros de los templos las brechas,
y no encuentran las aves para cantar sosiego.
Desolación y ruina, orfandad y miseria;
en hospital de sangre conviértese el museo;
todo es dolor y lágrimas, confusión y laceria,
incendio, asesinatos, violaciones, saqueos...
y el blando tintineo de la vacuna esquila
se apaga en el relincho del caballo de Atila.
1914.