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EL COMBATE DE OSTENDE
Tras de las dunas truenan los cañones teutones;
desde la mar la flota británica contesta;
vuelan hechos pedazos los pesados cañones
y el pueblo a defenderse hasta morir se apresta.
Llueven bombas del cielo, que lo destruyen todo;
la bulla de las armas y de los gritos rueda
sobre charcos de sangre, entre muertos y lodo,
en un aire mefíticio de asfixiante humareda.
La ciudad arde en llamas, los obuses retumban
y los diques se rompen y se anega la gente;
con horrísono estruendo las casas se derrumban,
las aguas por las calles hierven desaforadas
y corren por los campos, en éxodo doliente,
en busca de refugio, las turbas espantadas...
1914.