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ROMANCERO DEL CID

mas por poder juntamente
responder y remediada,
arrancó palabras, antes
que se le arrancara el alma.
—Si cual lloras por facienda,
por la mi muerte lloraras
non dudo, querida fija,
que mi vivir se alargara.
¿Qué lloras, sandia mujer,
por las tenencias humanas
pues ves que de todas ellas
sólo llevo hoy la mortaja?
A este restante de vida,
que me queda, rindo gracias,
pues que sólo en él consiste
el dejar tú de ser mala.
Cuando parta, iré derecho
á la celestial morada,
pues me ha sido purgatorio
el fuego de tus palabras.
A tus hermanos envidias,
mas non atiendes, cuitada,
que con la renta les dejo
obligación de guardalla.
Ellos con mucho están pobres,
y tú estás rica sin nada,
porque las nobles mujeres
entre paredes se pasan.
Que eres mi fija confieso,
pero saliste liviana:
en liviandades pensé
al tiempo que te engendrara.
Parióte madre honorosa
mas entregáronte á un ama
que con tus palabras muestras
era la leche villana.