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ROMANCERO DEL CID

—¡Ay! ruégovos por Dios, dice,
el buen Conde Arias Gonzalo,
que dejéis esta batalla,
porque sois viejo y cansado:
dejáisme desamparada
y todo mi haber cercado.
Ya sabéis cómo mi padre
á vos dejó encomendado
que no me desamparéis,
ende más en tal estado.—
En oyendo aquesto el Conde
mostróse muy enojado:
—Dejédesme ir, mi señora,
que yo estoy desafiado
y tengo de hacer batalla
porque fuí traidor llamado.—
Con la Infanta, caballeros
juntos al Conde han rogado
que les deje la batalla,
que la tomarán de grado.
Desque el Conde vido aquesto
recibió pesar doblado;
llamara á sus cuatro hijos
y al uno d’ellos ha dado
las sus armas y su escudo,
el su estoque y su caballo.
Al primero le bendice
porque era dél muy amado;
Pedrarias había por nombre,
Pedrarias el castellano.
Por la puerta de Zamora
se sale fuera y armado;
topárase con don Diego,
su enemigo y su contrario.
—Sálveos Dios, don Diego Ordóñez,
y él os haga prosperado,