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II
Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, Santo
Espíritu, de Dios en las honduras,
y has de volver bajo tu eterno manto
á amparar nuestras pobres amarguras,
y á hacer fructificar nuestro quebranto;
sólo tú del mortal las penas curas,
sólo tú das sentido á vuestro llanto.