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MIGUEL MORENO.—LA GARZA DEL ALISAR

que así le dice á un correo
de Cuenca, lleno de afán:
—Correo que vas y vuelves
por caminos del Azuay,
adonde, triste proscrito,
ya no he de volver jamás;
di, ¿qué viste de mi Cuenca
en el último arrabal,
en una casita blanca
que á orillas del río está,
coronada de un molino,
perdida entre un alisar?
—Diez días há que saliera
de los valles del Azuay:
yo vi del río á la margen
la casa de que me habláis,
coronada de un molino,
perdida entre un alisar.
—Está bien, ¿pero no viste
en este sitio algo más?...
—Os contaré, pobre joven,
que vi una tarde, al pasar,
una niña de ojos negros
y belleza angelical,
toda vestida de blanco,
vagando en el alisar...
—¡Ay!, no te vayas, correo,
por Dios, suspende tu afán;
tú, que dichoso visitas
las calles de mi ciudad,