Página:Sachka Yegulev.djvu/168

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
164
 

expresándole por vez primera su admiración, murmuró:

—Basilio, tienes una voz... una voz tal... No lo dudes, Basilio...

Kolesnikov, muy excitado todavía, contestó:

—Ya lo sé.

—¡Dios mío, con una voz semejante!... Podrías ser un gran artista...

—Quizá.

Andrés Ivanich se acercó también.

—¡Ah, Basilio Vasilievich, eso ha sido magnífico! Cuando empezó usted a cantar me quedé aturdido. Era come una tempestad que abatiera los árboles.

—¡No te chancees, Andrés Ivanich!

—No es chanza. Iván no puede volver de su asombro. «Ese no es un hombre—dice—, es un diablo.

Kolesnikov, cuya cabellera se había hecho muy larga y muy espesa, parecía verdaderamente un diablo del bosque. Oía aquellos elogios con evidente mal humor.

—Basta de tonterías. ¿La gloria?... ¿Para qué podría servirme?... Siento haber cantado. Por algo te decía yo, Andrés Ivanich, que no trajeras la balalaika... Todos sois unos intelectuales incorregibles...

El marinero, viendo que Kolesnikov se enfadaba, se fué. Sacha cogió a Kolesnikov de la mano.

—Cálmate. Y no te enfades si he dicho algo que te inquiete.