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Página:Sachka Yegulev.djvu/256

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este paso... que está en contradicción con mi deber.

Y añadió severamente, levantando su grueso dedo:

—¡Era un santo su marido de usted! Todos nosotros, sus camaradas, veneramos su memoria. Sin miedo a exagerar se lo digo a usted redondamente: si viviera aún, sería ministro, sin duda, y entonces... entonces las cosas irían mucho mejor...; pero...

Hizo un gesto de desesperación y lanzó un suspiro:

—Pero ya no es de este mundo... Fué una pér dida para Rusia... Me permite usted que fume.

Helena Petrovna? No vivo mas que por el tabaco...

—Se lo ruego; está usted en su casa—dijo secamente Helena Petrovna, pensando al mismo tiempo: ¡Qué mal educado!» —Sí; obro contra mi deber, créame. Pero no puedo hacer otra cosa. Vivimos días terribles. ¡Sí, terribles! Esto me hace mucho daño... Se lo digo con toda serenidad, Helena Petrovna... Bien comprendo que será un golpe doloroso para el corazón de una madre... ¿Quiere usted agua, quizá, Helena Petrovna?

—Muchas gracias, no quiero agua—respondió Helena débilmente.

Telepnev, haciendo una mueca de disgusto, continuó:

—Sí, esto me hace mucho daño, pero... ¡Dios mío!

¡Lo sabe usted ya, quizá?... No; ¡cómo va & 88.