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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

-pues ningún estado de vida es incompatible con la santidad-, cuando muchos viven de acuerdo con esta regla, ciertamente se sigue de modo necesario que son, para todos los demás entre los que viven, una incitación no solo para cumplir con su deber por completo, sino también para luchar por una perfección mayor que la establecida por la ley ordinaria. Por lo tanto, esa alabanza que el Señor le dio a sus discípulos que estaban más dedicados a él, cuando dijo: No son del mundo, como yo no soy del mundo[1], con razón se debe atribuir la misma alabanza a los hijos de Francisco que, observando con un espíritu verdadero hasta donde se les da en el siglo los consejos evangélicos, pueden decir de sí mismos con el Apóstol: "No hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios"[2].

Por lo tanto, manteniéndose lo más lejos posible del espíritu del mundo, intentarán hacer que el espíritu de Jesucristo penetre en la vida común en cada oportunidad. En verdad, hay dos pasiones predominantes hoy en esta increíble perversidad de costumbres, el amor sin límites de la riqueza y una sed insaciable de placer. De ahí la vergüenza y el deshonor de nuestro siglo, que, mientras avanza continuamente en lo que pertenece a las comodidades y placeres de la vida, en lo que es más importante, es decir en lo que respecta al deber de vivir honestamente, parece querer volver a grandes pasos hacia la corrupción del paganismo. En realidad, los hombres en cuanto más pierden de vista los bienes eternos que están preparados para ellos en los cielos, más se sienten atraídos por los caducos; y una vez que se inclinan hacia la tierra, en ellos todas las virtudes fácilmente se entumecen: de modo que detestando todo lo que sabe a espiritual, nada quieren gustar sino la distracción de las diversiones. Por lo tanto, vemos en general que, si bien, por un lado, no se facilita ningún modo de conseguir y aumentar [la riqueza],

  1. Ioan. 17, 16.
  2. 1 Cor 2.12.