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se refugió en la familia o, más bien, en la fidelidad de Este que no nos puede ser infiel. Murió rodeada de todos los nombres escogidos, a los que desearíamos unir el nuestro. Murió en París* en 1817, el 14 de julio, día de libertad y de sol, pletóricos sus órganos minados por la edad, del genio que siempre les animó, haciendo dos días antes que la llevasen en una butaca al jardín, en donde distribuyó entre los nobles seres que abandonaba, hojas de rosa y santas palabras.
La publicación póstuma de las Consideraciones, que tuvo lugar en 1818, fué un acaecimiento y constituyó bri- llantes y públicos funerales hechos a Madama de Staél, Ella proponía a la Revolución francesa, y aun a la misma Restauración, una interpretación política de gran resonan- cia y de inflyercia duradera. Era una Monarquía, según la Charte, a su manera; fiera de ésta y de la de Chateau- briand, no había apenas salud para la Restauración, en tan- to que el camino continuado entre los dos límites habría podido prolongarse indefinidamente. Cada partido de en- tonces, en el entusiasmo de la novedad, se apresuró a pedir a este libro armas para defender su propio sistema. Las alabanzas fueron justas y los ataques apasionados. Ben- jamín Constant, en Minerve, y M. de Fitz-James, en el Conservateur hablaron con gran elocuencia; aunque, como supondrán los lectores, cada cual desde puntos de vista totalmente opuestos. M, Bailleul y M. de Bonald publi- caron folletos. La influencia que con esta obra ejerció Madama de Staél en el naciente partido liberal filosófico, que más tarde representó Le Globe, fué directa. La in- fluencia conciliadora, expansiva, irresistible que resultó de su presencia, ha faltado en más de una ocasión, al par- tido político que, por decirlo así, emana de ella.
Mas, según pienso yo, en los dominios del arte es su acción más bella, eficaz, cordial, inteligente, favorable a los talentos nuevos, buscándolos y modificándolos con pro-
1 Calle Neuve-des-Mathurins,