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RETRATOS DE MUJERES 229

del siglo xvir y de principios del xvi, de la señorita de Montpensier, de Ninón, de Madama de Coulanges, de la señorita de Launay, etc.; y la señorita de Meulan habla como si hubiese sido contemporánea suya, llegada con retraso. Dice de Madama Des Houlliéres: “Sus idilios no tienen acaso otro defecto que el de quererlos por fuerza. Ha puesto ingenio y flores en cuantos sitios ha podido”. — “El talento de Madama Cottin no permite ser juzgado has- ta que las emociones que nos hizo sentir pasaron, y estas emociones tardan mucho tiempo en pasar”. Acerca del estilo de Madama de Genlis dice que es siempre bueno y nunca mejor*. Con tantas cualidades delicadas e ingenio- sas que hacían de ella una última heredera de Madama de Lambert, tenía cualidades enérgicas; la polémica no la asustaba y los golpes dados con finura burlona eran más fuertes y rudos que los que el poeta atribuía a Herminia. ¡Cuántas veces se ha complacido en rebatir con alegría y malicia, la pedantería de Geoffroy y su consorte, incluso acerca del latín que ella conocía un poco!? Pero la más memorable polémica y que merece ser recordada, fué la que sostuvo con M. de Bonald. El autor de La Legislación primitiva había demostrado extensamente en el Mercurio, según el método de los talentos violentos y paradójicos fundados en tesis absolutas, que era preciso ser ateo si no se era cristiano y católico. La señorita de Meu.an, bajo el pseudónimo de Disputeur censuró al razonador testa-

"1 Al dar cuenta. de la aparición del Almanaque de las Musas del año XiV (1806) la señorita de Meulan distinguía y citaba extensamente un idilio titulado Glycére y firmado Beramger, en el que encontraba natura- lidad y un asunto encantador. Y es sorprendente que el primer elogio otorrado a Feranger sea por esta causa. (Se puede ver este idilio en la página 96 del volumen ae mis Retratos contemporáneos, 1869).

» La señorita de Meulan. como muchos escritores franceses dí fguidos, no admiraba a la antigúiedad más que por la forma del espíritu latino. Se acercaba un poco a Séneca, es decir, que adoptaba la anti- gúedad por los más modernos. Con frecuencia reflexionaba sobre la dife- rencia que existe entre ellos y nosotros. En un artículo de Los Archivos literarios (tomo IF, pág. 395), dice: “Los antiguos decían rápido como el rayo y sl yo no me equivoco, rápido como el pensamiento, debe de ser de origen moderno”. En esto se equivocaba, como Boissonade (edic. de Aristaenete, pág. 318) y Dugas-Monthel (Observaciones a la Jlíada, libro XV) lo han demostrado,


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