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RETRATOS DE MUJERES 241

cia, mi vida ha sido tan viva que no puedo ahondar en ella sin que la mano no me tiemble. La realidad, para mí, perfora todos los velos en que pueda envolverse el arte. Desde hace mucho tiempo sólo la música ha producido en mí, en Agnese, el efecto inherente en general a las obras de arte. No he podido soportar el final de Romeo y Julieta y el de Agnese me ha hecho llorar sin destrozarme el corazón”.

¿Fué por efecto de una selección simpática y por cierta predilección, por lo que en los últimos años de su vida se ocupó de Eloísa y Abelardo, donde la pasión atraviesa la austeridad y donde la sabia abadesa tiene suspiros de Safo y se expresa con frases de Séneca? Este intento tan bien comenzado fué interrumpido por la muerte.

Si la sensibilidad de Madama Guizot se hizo más sutil y más dolorida, por decirlo así, su religión no tuvo nunca esas inquietudes muy frecuentes en las almas dotadas de ternura. Nacida católica, y tocada desde muy temprano por la indiferencia que se respiraba en la atmósfera del siglo; vuelta, después de algunas dudas que no fueron nunca hostiles ni sistemáticas, a un deísmo cristiano muy ferviente, a la verdadera piedad, encontró el reposo. Tenía confianza. La oración era una conversación con el Ser Todopoderoso y bueno que la fortificaba y la consolaba. Un día, después de su regreso de Plombieres, en donde en vano había buscado un alivio, en su derredor hablaron de la cuestión de saber si la individualidad persiste des- pués de la muerte o si el alma se absorbe en el gran Ser. Madama Guizot salió de su abatimiento extremo, y con una voz que se hacía más firme por grados, resumiendo las diversas opiniones, declaró la persistencia del alma indivi- dual en el seno de Dios*. El primero de agosto de 1827 a las, diez de la mañana, al final de su lenta enfermedad, rogó a su marido que le leyese algo. El leyó primero una carta de Fenelón a una persona enferma, y cuando la

1 Ver el artículo de Le Globe (7 agosto 1827) de M. de Guizard.