Página:Sainte-Beuve retratos de mujeres.djvu/24

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

RETRATOS DE MUJERES 27

nas con buen gusto, pero prescindiendo escrupulosamente de añadir nada. También las cartas escritas en el momen- to de pasión y todos los actos sucesivos, son inapreciables y tienen en su desorden un encanto singular. Son conoci- das las de una portuguesa, que desgraciadamente son muy cortas y que están incompletas. Las de Mile. de Lespinas- se, largas, bien explícitas y cada vez más fogosas como la pasión que las inspiró, tendrían más dulzura si el hom- bre a quien están dirigidas (M. de Guibert) no la impa- cientase y no la hiriese con la gravedad afectada y pedante que se le supone, y por su egoísmo, que es bien patente. Las cartas de Mlle. Aissé, las menos conocidas de todas las cartas de mujeres, son las más encantadoras, no tan sólo por ellas mismas, sino también por lo que las rodea.

El autor de Mlle. Justine de Lirón (M. E. Delécluze), que conoce esta literatura amable e íntima mucho mejor que nosotros, acaba de añadir una emocionante historia, que aunque nos ofrece bajo la forma de novela, guarda en cada línea las huellas de la realidad observada y sen- tida. Para el que se complace con estas ingeniosas y tier- nas lecturas; para el que ha tenido una mirada sentimen- tal, como el piloto la tiene para la orilla, para aquella sociedad desde hace ya mucho tiempo fabulosa de las La Fayette y las Sévigné; para quien ha perdonado mucho a Madama de Maintenón por sus cartas tan emocionantes, tan sensatas y tan unidas; para quien, de huena gana, habría coincidido con Mlle. de Montpensier en aquel reti- ro quimérico y divertido, cuya descripción hace a Madama de Motteville, en el que había toda clase de placeres soli- tarios, honestos, y toda clase de conversaciones permiti- das, en el que habría pastores, carneros, ausencia del amor, un mallo, y en la vecindad, no muy lejano, un convento de carmelitas situado en un bosque, y establecido según la reforma de Santa Teresa; para quien más tarde acom- paña con la mirada del alma a Mlle. de Launay, muy jo- ven y pobre interna del convento, al antiguo y un poco