RETRATOS DE MUJERES 439
de allí, en el castillo de un amigo. La fortuna del ilustre ausente, en esta época, no era como la juzgamos hoy, pues su astro parecía por momentos eclipsarse. Madama Bo- naparte, después del radiante destello de la primera cam- paña de Italia, se encontraba ya un poco viuda, un poco repudiada, y presa de mil estrecheces y preocupaciones en el seno de los restos suntuosos de una primera y pasa- jera grandeza. De un natural expansivo y de un fácil abandono, apenas se encontró con Madama de Vergennes depositó en ella todas sus confidencias. El desembarco en Frejus la sorprendió en medio de estos temores y volvió a colocarla bruscamente sobre su carro triunfal. Cuando después de un año, y una vez que aquel gobierno se hubo afirmado, Madama de Vergennes recurrió a ella y le ex- presó el deseo de una posición para su yerno en el consejo de Estado, la encontró muy complaciente. Las Tullerías volvían a abrirse; y Madama Bonaparte pensó un mo- mento en tomar por dama a Madama de Rémusat, y agre- gar a su marido al servicio del Cónsul. Esto era más de lo que habían deseado. Pero tales favores eran órdenes que no se discutían. M. de Rémusat llegó a ser goberna- dor del palacio.
Se intentaba un comienzo de corte, y en el año 1802 Madama de Rémusat'se estableció por primera vez en Saint-Cloud, donde estaba entonces el primer Cónsul. Te- nía entonces veintidós años. Su nombramiento y el de su marido fueron un acontecimiento, pues lasta entonces todas las personas del séquito eran militares. Se podía ver en ello un pensamiento del señor, un primer paso y un primer eslabón entre él y el elemento civil para cap- tarse a las personas considerables. Había muchos grados en los antiguos nombramientos, pero el de Vergennes era conocido, histórico, y estaba relacionado con el antiguo régimen. Esto era una barrera en-el camino para los más grandes, que sin embargo no dejaron de lanzarse en tumulto en cuanto el Consulado se convirtió en Imperio.