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RETRATOS DE MUJERES 443

el bien. A esta edad es generalmente madre, y la expe- riencia ha llegado a ser su verdadera salvaguardia. En- tonces debe ser tranquila, reservada, y casi diría un poco fría. Ya no debe aparecer lánguida y con la gracia de la ingenuidad, sino con la dignidad majestuosa que dan los títulos de esposa y de madre. En esta época es preciso tener el valor de quitarse el cinturón de Venus. Ved los encantos con que el poeta la adornó!: ¿Son esos los atri- butos de la virtud y de la maternidad?

“Mas ¡cuánta resolución se necesita para abandonar pa- recido ornamento! Con un poco de cuidado ¡sienta tan bien todavía! Sin embargo, algunos años después el cinturón caerá por sí solo, no queriendo adornar encantos marchi- tados. Entonces enrojecerán mirándole, y se dirán como aquella cortesana griega que consagraba su espejo a la Belleza eterna: Yo se lo doy a Venus puesto que ella es siempre bella...

“¿No es más prudente prevenirse de antemano contra la amargura de parecido momento, y buscar consuelos contra el desengaño? Los sacrificios dictados por la razón, tienen la ventaja de que el esfuerzo que costaron es siempre la recompensa. ¡Oh, madres! Rodeaos desde muy temprano de vuestros hijos. En cuanto lleguen al mundo atreveos a pensar en que vuestra juventud va a pasar a la suya. ¡Oh, madres! ¡Sed madres, y seréis prudentes y dichosas!”

Escribía estas cosas con un sentimiento profundo y las decía con un acento penetrado. En efecto, a esa edad dejó el cinturón de Venus que no había tenido para ella más que gracias púdicas. Todo nos dice que pudo permi- tírsele todavía. Tendríamos una afortunada idea de su persona en este momento, en un retrato exquisito de Clary trazado por una mano, iba a decir por una garra, muy conocida, no en tal materia, y poco acostumbrada

1 “Ahí están encerrados todos los encantos; ahí el amor, el deseo,

murmullo de amantes, el insinuante propósito que roba el corazón hasta a los más prudentes”. (Homero).