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456 MADAMA DE RÉMUSAT

más que por el ministro Villéle, cuyo primer acto reaccio- nario fué éste. Esta vida de provincia dejaba a Madama de Rémusat más tiempo para dedicarlo a sus placeres; pero continuaba ocupándose del movimiento íntimo de París por la precocidad de su hijo que entraba entonces en el mundo, con quien sostenía correspondencia constante. El le proporcionó nuevos amigos, entre ellos Madama de Bro- glie, con la que tuvo en los últimos años verdaderas y tiernas relaciones. Si el más noble adorno de un hijo es el tener a su madre por confidente y compañera, veo en este caso también un rejuvenecimiento de la madre. Por muy inteligente que se sea, es preferible comprender las ideas por el corazón. Entre madres e hijos se observa que la afinidad es grande. Por ellos, ellas tienen un espíritu más valeroso. En su compañía irán de buen grado a los viajes, a las luchas y hasta a las ideas nuevas. A esta mujer tierna, tranquila, acostumbrada a los deberes amables de la sociedad, cuyo talento reflexivo no había pensado nunca en trasponer los límites de un horizonte reducido, la vemos de repente, en la edad del reposo, cuando el corazón gime y se queja por las cosas que se van; la vemos reanimarse, sonreír ante nuevos puntos de vista, tomar parte en nue- vos proyectos, y en lugar de volver la espalda al porvenir marchar acompañando o más bien precediendo a su guía muy amado, y al verla de lejos tan activa y tan ligera diríamos que era su hermana.

Como Madama Nécker de Saussure y como Madama de Guizot, Madama de Rémusat se preocupa vehementemente del porvenir de su sexo en esta próxima sociedad que ha de asentarse en bases aún vacilantes. No abordaré los detalles de un libro que cada cual puede apreciar. Todo su objeto tiende al acuerdo de la moral, de la seriedad y del ingenio. Se adivina una inspiración particular como una musa secreta. Es preciso ser madre para preocuparse tan tiernamente de lo que vendrá después de nosotros, y el trazar su ideal es pensar en su hijo.