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Página:Sainte-Beuve retratos de mujeres.djvu/77

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80 MADAMA DE DURAS

que se quiere destrozar un alma que acaso durante años enteros nos ha querido, adorado, perdonado, que nos había hecho su ídolo? Esta es la ingratitud fuente de tantas penas, que consiste en desconocer los sentimientos de que es objeto y que hace al corazón incapaz de pagar en igual moneda, y en esa impotencia, en esa ignorancia encon- traremos la excusa, Querer hacer sentir afectos a los que no los sienten es querer dar vista a los ciegos, oído a los sordos. Perdúnalos Dios mío que no saben lo que se hacen; perdonalos, sin que tengan que conocer su error para pedir que los perdones; que este perdón no se me cuente como una virtud, puesto que solamente es justicia; pero tened piedad de mi y dadme consuelo, Amén.”

No se puede añadir nada a estas bellas palabras. Pero estos diferentes grados del perdón cristiano, ese primer grado, en el que se perdona para ser perdonado, es decir por temor o por esperanza, ese otro grado en el que se perdona porque se cree uno obligado a sufrir, es- decir por humanidad, ese, en fin, en el que se perdona para cumplir el precepto de devolver el bien por el mal, es decir por obediencia, estas tres maneras que no son más que el perdón enteramente sublime y desinteresado me traen a la memoria lo que se lee de uno de los Padres del de- sierto, traducido pór Arnauld de Andilly: “He visto una vez —dice el Santo abad del Sinaí—, tres religiosos que habían sufrido juntos y a un tiempo la misma injuria. El primero se sintió turbado; pero como temió a la justicia divina, la aguantó en silencio; el segundo la oyó con rego- cijo porque esperaba ser recompensado, pero afligiéndose por el injuriador, y el tercero, no viendo sino la falta cometida por un hombre que quería entrañablemente, llo- ró con desconsuelo. Así se puede ver en estos tres servi- dores de Dios tres sentimientos distintos; en el uno, el temor al castigo; en el otro, la esperanza de la recompensa, y el tercero, el desinterés y un verdadero y perfecto amor.” ¿No admiráis cómo el espíritu cristiano se mantiene fiel