viéndose a todos imperiosa). ¡Definitivamente señores: es preciso hacer esta escena! ¡Continuemos, continuemos! (A Madama Paz.) ¡Márchese usted!
Sí. Me ne voy, me ne voy. ¡No faltaba más...! (Se irá furiosa).
(al Padre)
Y usted, puede hacer su salida. No es necesario que simule que viene de fuera. ¡Acerqúese: finja que acaba de entrar! Asi: yo estoy aquí con la cabeza inclinada, tímida... ¡Vamos! ¡Hable usted! ¡Dígame usted en otro tono, como alguien que viene de la calle: ¡«Buenos días, señorita»!
Pero ¿qué es esto? ¿Dirige usted o dirijo yo? (Al Padre, que mirará suspenso y perplejo). Empiece. Vaya usted allá, al fondo, y vuelva de nuevo.
El Padre obedecerá, aturdido. Palidísimo, pero ya revestido de la realidad de su vida creada, sonreirá viniendo del fondo, como ajeno todavía al drama que va a desplomarse sobre él. Los Actores prestarán gran atención a la escena que comienza.