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SESION DE 2 DE JUNIO DE 1820

meros pasos para la consecucion de nuestra independencia, debia reservarse para otro caso el pensar en bibliotecas i en otros engrandecimientos propios de los tiempos mas serenos. I ejecutada la comunicacion, firmaron lo señores senadores con el infrascrito secretario. —Rosas. —Cienfuegos. —Fontecilla. —Perez. —Alcalde. —Villarreal, secretario.


ANEXOS

Núm. 302

Excmo. Señor:

Tengo el honor de poner en consideracion de V.E. la consulta que el contador de la aduana jeneral, don Mariano Lafebre, me ha pasado a fin de reglamentar sus operaciones sobre decomisos, para que V.E. se sirva acordar la pauta a que deba ceñirse. —Dios guarde a V.E. muchos años. —Ministerio de Hacienda de Santiago, Junio 2 de 1820. —Bernardo O'Higgins. —Excmo. Senado.


Núm. 303

Excmo. Señor:

Merced a la constancia i celo de V.E., que tuve el honor de secundar, logra esta República en el Instituto Nacional un establecimiento científico, cuyas ventajas ya se palpan i aumentarán en razon progresiva. Con menores obstáculos i fruto no inferior, quedan otros antiguos por restablecer i algunos nuevos que plantear. El hospicio que tuvo Chile habria estinguido la mendicidad i holgazanería, compañeras inseparables del latrocinio, si no son su causa i efecto. Es observación práctica que en todo país donde abundan los pordioseros, sobreabundan los ladrones; i por esto es que se cuida con esmero de dar ocupacion permanente a aquéllos para que se estingan éstos. Chile habia resuelto el problema de la política económica cuando, con la formación del hospicio, ocupaba con utilidad a los pobres, haciéndolos industriosos. Pero esta obra, que cesó para aumento de pasadas desgracias, es ya tiempo que se restablezca para incrementar nuestra prosperidad i gloria. Hasta aquí el estranjero que pisa esta República no puede formarse la mejor idea de su administracion, cuando ve los mendigos, como tropas volantes, recorrer calles i casas, siendo quizá de dia esploradores del campo que ellos i otros han de asaltar por la noche. Ni puede tampoco tener el mejor concepto, cuando no nos ve dar un paso para salir de esa especie de pupilaje de su industria i mercado; como si estuviésemos condenados a vivir desnudos, cual vejeta el salvaje, si no nos trajese desde el sombrero hasta el zueco. Preciso es, pues, que procuremos arbitrios para restablecer el hospicio, donde se hagan útiles a sí i al público el holgazan i el mendigo, i se pueda tener un principio de industria no ménos productiva que la agricultura, a la cual sostiene i fomenta.

Teniendo el hospicio cláustros i oficinas separadas para mujeres, se logrará ademas el doble beneficio de contener los estragos de la vaga Venus i de mejorar las costumbres, dando ocupacion a unas i clausuras a otras, ínterin se restablece la casa de recojidas cuya destrucción ha quitado a la policía un recurso poderoso. La casa de huérfanos podrá incorporarse con sus rentas, saldrá así del abandono en que se vé, i los expósitos mamarán con la leche el deseo del trabajo i se habituarán a él desde su primera edad.

La obra, bajo estos respectos, no puede ser ni mas piadosa ni mas benéfica. Yo creo a V.E. ocupado de la misma idea, i deseando arbitrios para realizarla. Uno se presenta de fácil ejecucion i autorizado con la lei i el ejemplo. Tal es la aplicacion de algunas obras pias, cuya conmutacion se rogará al Gobernador Eclesiástico, que tiene esta facultad por el Tridentino. Escuso fundar la justicia i conveniencia de esta medida, pues que V.E., en sus interesantes comunicaciones i acuerdos, ha hecho el mejor uso de los principios teórico-prácticos, que se deducen de la lei civil i canónica para autorizar iguales proyectos de utilidad pública. La España, en todos tiempos i especialmente en los últimos, ha convertido las obras pias indistintamente en obras ménos decorosas. Las Cortes estraordinarias las aplicaron a los hospitales militares. Lima i nuestros enemigos en Chillan, practicaron lo mismo. Actualmente se exije en España la décima parte de todos los productos i rentas de conventos i monasterios para gastos de guerra; el noveno i escusado, una parte de los diezmos, todo lo ha tomado Fernando para destruir i no para conservar, para aumentar la miseria i no para repararla.

Hai muchas obras pias i capellanías en esta República que, o no están fundadas o su objeto directo es a vestir i alimentar pobres. Todas éstas i la infinidad de legados que duermen en las gavetas i archivos locupletando infieles albaceas ¿podrán tener mejor uso que el propuesto del hospicio? Resérvense, en hora buena, todas las que estén sirviendo de congrua a los ministros del altar; cúmplanse por sacerdotes incongruos las misas de otras que están ocultas, como las de eclesiásticos fugados i confinados; pero el superávit ¿por qué no se ha de aplicar a pobres i huérfanos? Esta idea, que tengo el honor de indicar a V.E., es susceptible de varios pormenores para el modo i forma de plantearla con brevedad i buen éxito; pero V.E., con su acostumbrado acierto, sabrá comprenderlos en un re