Señor, sí, ya es tiempo de que se respire de tantos quebrantos. Ya es tiempo de que V.E., usando de las altas facultades con que la Nacion le ha autorizado, les alivie del peso de que aun hoi les oprime. No desatienda V.E. los justos clamores de quienes por tantos títulos se han hecho acreedores a la suprema consideracion, así por su acendrado patriotismo como por sus infortunios i desgracias.
Bien sabe V.E. que los predios rústicos i urbanos de muchos de este vecindario se hallan afectos a capellanías, i otros capitales en favor de los conventos de regulares de esta ciudad i algunos curatos del obispado. Que, desde el año de ochocientos trece (principio de tantas calamidades) hasta esta fecha, no han satisfecho sus réditos vencidos por las circunstancias ya insinuadas i que no es posible solucionar sin tocar en el inconveniente de arruinarse para siempre a los censuarios ¿I será justo, Excmo. Señor, privar al cuerpo político de la República de unos miembros que, siendo partes integrantes suyas, han de coadyuvar en lo sucesivo a darle vigor i fortaleza?
Es constante el abandono en que hasta hoi han estado estas casas relijiosas. Sus individuos, ausentes, no han cumplido ni aun han podido cumplir ni desempeñar los cargos a que eran obligados por razon de los censos que percibían.
Tampoco han tenido que hacer un gasto ni para la manutencion de relijiosas ni del culto divino por el desamparo de sus iglesias i conventos, como es público. Retraídos en la capital todo este tiempo, solo principian a reunirse en sus claustros, pretendiendo exijir los intereses anexos a sus capitales; mas no sabemos con qué justicia. Las pensiones donde éstos descansan son las que deben satisfacer aquéllos; pero si sus propietarios hasta hoi han estado privados de su administracion i frutos, como ya hemos manifestado, ¿qué razon habrá que los obligue a la satisfaccion de unos créditos de cuyos principales solo ha disfrutado el enemigo? Si examinamos, Señor, esta materia por un principio de rigorosa justicia, hallaremos que los censuarios deben ser redimidos de la obligacion de satisfacer a los censualistas los capitales que de éstos descansaban sobre los predios urbanos i rústicos de los patriotas, que hoi solamente se miran libres de enemigos; pero tan arruinados, que, para volverlos a su antiguo estado, se necesita (como ya hemos dicho), de hacer crecidos gastos. Bastará que los conventos, a quienes toca la percepcion de estos réditos, se contenten cobrándolos desde Enero de este año corriente para adelante; pues ahora es justamente cuando tratan de formar comunidad i de restablecer el culto en sus iglesias, al mismo tiempo que los censuarios entran a disfrutar sus arruinados fundos. Si éstos han sacrificado, para sostener la libertad de Chile, no solo sus ciudades, sino también su existencia, ¿qué mucho harán los monacales, profesores por instituto de la Santa Pobreza Evanjélica, en ceder de buena gana unos cortos intereses en obsequio de unas empobrecidas familias? Estas, al fin, son las que soportan las cargas del Estado, de cuya obligacion viven ciertos los relijiosos. Quietes, pacíficos i tranquilos en el retiro de sus claustros, constituyen la porcion mas feliz de la humana sociedad.
Libres también de las cadenas del matrimonio i su posteridad, no tienen que cuidar sino de su individuo, mediante la vida espiritual a que están consagrados, conforme al espíritu de sus santas instituciones. Los empobrecidos patriotas, en cuyo provecho ha de redundar esta gracia, reconocidos a tanta jenerosidad, sabrán, (mejorando de fortuna), compensarla dignamente con sus limosnas i erogaciones en favor de sus iglesias i monasterios, como siempre lo han practicado con piedad relijiosa.
Es bien sabido que los infortunios de los pueblos en todos tiempos han merecido ocupar las primeras atenciones del Gobierno. La antigua ciudad de Penco Viejo, arruinada por la salida del mar, alcanzó la gracia de excepcionársele por muchos años del derecho de alcabalas. Valdivia, en el incendio que padeció una de sus calles, fué socorrida con una cantidad de numerario en tiempo del Presidente Muñoz, que se distribuyó entre aquellos vecinos partícipes del incendio, para que reparasen sus abrasadas casas. Omito otros muchos ejemplos que podríamos poner en la alta consideracion de V.E., i que comprueban el celo con que los Gobiernos han procurado siempre aliviar a los pueblos i consolarles en sus calamidades i ruinas. Si por la que esperimentó una ciudad se mostró tan sensible i jeneroso aquel pasado Gobierno, que solo trataba de oprimirnos, ¿cuánto mas no deberá manifestarse el de la Patria, siempre propicio i liberal, como fundado al fin sobre principios mas sólidos de equidad i de justicia? Sí, Señor, esta porcion preciosa del Estado de Chile,que bajo los auspicios de V.E. hoi respira la aurora suave de la libertad, es mui digna de la gracia que solicita, i deque hoi sienta los efectos todos de su amable bondad i de su beneficencia.
De lo dicho hasta aquí resulta, Excmo. Señor, que habiendo los patriotas estado privados de sus fundos rurales por los motivos ya espuestos, i que son bastantes notorios, desde el año de ochocientos trece hasta esta fecha, i que debiendo emanar de dichos fundos los intereses que adeudan, parece que no pueden ser obligados a la solucion de ellos; i máxime cuando las casas relijiosas a quienes pertenecen han estado en total abandono, como ya hemos dicho, que no han tenido gastos que emprender, ni para mantener el culto, ni sus ministros, que hasta hoi han descansado en las comodidades de las casas grandes de su Providencia, desde donde apenas habrán oido las noticias de nuestras desgracias. Este Cabildo, en union de sus representados, cuyo patriotismo i sacrificios son públicos, espera que V.E. accederá benigno a su justa solicitud,