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CONGRESO NACIONAL

partidarios del réjimen central i antiguo capitalismo, i que malamente ha querido aplicarse a la igualdad, unión, avenimiento i concordia de la federación, los desastres i desórdenes de la división fomentada, de la guerra civil i de la anarquía. I diré ahora: ¿se cree que Chile, a quien como a todos los otros pueblos que he citado, se le hicieron las entrañas de la revolución con la esperanza de constituirse federalmente, haciéndolé concebir que este era el réjimen mas justo, mas conveniente i mas sabio, i el que solo podia asegurar completamente su dicha i su libertad, se cree digo, que pueda deponer i olvidar estas ideas, cerrar los ojos a tantos ejemplos de pueblos hermanos i compañeros en la revolución, i que no produzcan tampoco en él ningún efecto la abundantísima circulación de papeles de Buenos Aires que se han hecho los mas empeñados apóstoles de esta doctrina? Yo creo efectivamente que no es posible negarse al establecimiento de las tales Asambleas provinciales, por las que, a mi entender, está demasiado manifestada su voluntad, i que la dificultad solo consiste en designar i demarcar sus atribuciones de un modo conveniente, para que no embaracen la marcha del gobierno jeneral de un modo perjudicial a toda la Nación, i de consiguiente a las mismas provincias, consultando al mismo tiempo la dificultad de encontrarse en ellas suficiente número de ciudadanos con aquella instrucción indispensable para la formacion de tales cuerpos. Yo creo igualmente que esta seria la obra mas propia i mas grande de la sabiduría del Congreso, i a que le daria mas popularidad en las provincias, si él mismo se presentase a prevenir estas aspiraciones, pudiendo entónces reducirlas a lo solo preciso i conveniente cuando no podemos lisonjearnos que quedarán en esto, si las mismas provincias las establecen ellas por sí i como por conquista.

Por último, contrayéndome mas al suceso que ocasiona la discusión, mi opinion seria que el Congreso preparase o trabajase un manifiesto, sobre lo que se concibe de la situación actual del país, su juicio acerca del establecimiento de estas asambleas; de los males que pueden ocasionar i del modo en que solo las cree convenientes, i que, si fuese preciso para esto, ocupase el Congreso aquellos patriotas de mas respetabilidad, por su desinteres personal, por su celo por la causa pública, por sus talentos i por sus virtudes, i los mandase a las mismas provincias a instruirlas i hacerlas conocer el verdadero espiritu del Congreso, desengañándolas de cualesquiera malas prevenciones que les hubiesen inspirado en su contra, o que accidentes inevitables en toda revolución i dificultades que una institución nueva en el país, como el Congreso, ha debido probar, les hubiese hecho concebir; dándoles al efecto una esposicion detallada de sus trabajos concluidos, de los que se hallan aun pendientes i de toda su conducta desde su instalación.

Yo creo, señores, que, cuando cada uno de los señores diputados considera sobre lo que son nuestros pueblos, sobre los celos i prevenciones de localidad que nos han dejado nuestras antiguas instituciones, sobre la facilidad de pasar de estas asambleas hechas por tumultos a la anarquía, i cuando recuerde lo que ha sucedido, i sucede aun en algunas de las provincias vecinas, debe estremecerse. Yo supongo a todos dispuestos por su parte a cualquier sacrificio para contribuir a la conservación del órden i buena armonía. Yo, por la mia, me creo mas particularmente obligado respecto a que, entre los motivos que se cuentan de este suceso, ha querido decirse uno mi mocion del 20 de Febrero. Estoi pronto a todos los sacrificios de que se me crea capaz.

El señor Palazuelos. —Apoyo la indicación del señor Campino.

El señor Rodríguez.—Son necesarios algunos datos ciertos i seguros para fijar de algún modo nuestras ideas, pero, con todo, en la necesidad de hablar algo en este asunto... Se necesita cabeza para retener todos los antecedentes de los preopinantes, rebatir o conformarse con ellos i despues pronunciar dictámen. El primero de estos señores lia hecho un panejírico de su pueblo; él ha prestado ciertamente muchos sacrificios; pero ahora vemos en su acta que confía mas de un solo hombre que de sus Representantes. Acabamos de oir que, sin embargo de la Asamblea que va a convocar, se sujeta al Supremo Director. No desconozco las virtudes de este señor, pero quince años de esperiencia nos hacen desconfiar aun de los hombres mas beneméritos, i no es imposible que el Director varíe su conducta, pues que es hombre como los demás.

Se ha dicho ántes que la reunión de esa Asamblea no tendrá quizá otro objeto que el de examinar la Constitución que se dictare; pero yo creo que esta indicación no es sino el objeto de un buen deseo. Decir ahora que Concepción ha procedido a esta medida por los pasquines, las circulares apócrifas i las espresiones que han vertido varios diputados en el Congreso, no satisface; porque no creo que esto sea un suficiente motivo para una disposición tan ruidosa. ¿Qué importa que un Representante vierta espresiones contra el país, si hai otros que lo rebatan? ¿Será este un fundamento bastante para proceder a la disolución del Congreso? ¿Deberemos sujetarnos al capricho de una provincia? Si sospecha que sus diputados entren en la sedición que tanto teme ¿por qué os elijió i depositó su confianza en ellos? Nada de esto han hecho sus diputados; pero si falta la unión i confianza de esa provincia ¿qué respetabilidad podrá tener el Congreso?

Se dice que en Concepción hai hambres i miserias... Sea de esto lo que fuere, quizá Santiago habrá hecho mas sacrificios que ese pueblo. Yo creo que, en los seis años que gobernó O'Hig