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DE LA ASAMBLEA

a que nos conduce ese mónstruo devorador de la especie humana: la intolerancia.

Si una conducta semejante no se llama faccion, I a los que la tienen no se les puede aplicar el renombre de facciosos i violentadores de la opinion, yo no sé quiénes lo merezcan con propiedad. El que es llamado para espresar su voluntad, cumple con significarla sin inquietud, i a esto se limita regularmente, cuando no lleva otras miras. Por lo común los que en casos tales se dedican a perorar con una estraordinaria exijencia, sin ser designados para este oficio, quieren algo mas que pronunciar libremente su opinion. Yo apelo al juicio de los imparciales sobre la verdad de esta proposicion, seguro de que ella no tendrá mas contradictores que los mismos interesados en este manejo.

Bien puede suceder que la esposicion tranquila de algunos ciudadanos decida a otros que no tengan en sus conocimientos un norte seguro para dirijirse; i en esto, es decir, en la eleccion de personas a cuyas ideas queremos uniformar las nuestras, también consiste la libertad. Si erramos este juicio, no es del resorte i facultades de un ciudadano abrir una campaña contra nosotros por este motivo. En fin, lo espuesto i mucho mas que a mis luces se concede, es tal vez demasiado sabido por los mismos que obran en contradiccion con aquellos principios, por un efecto de debilidad de nuestra naturaleza.

Ya es tiempo que nos contraigamos al último punto de este escrito, esto es, a descubrir las miras de los ajentes de esa novedad. ¿I será regular que desempeñemos este deber en toda su estension? ¿No bastará lo que arroja de sí el mérito de los documentos insertos, cotejado con el papel que los motiva? Yo quiero esperar del público esta induljencia; quiero, digo, esperar que no se exija un menudo análisis sobre este punto, cuando él se deja ver con bastante claridad. Jénios inquietos, espíritus turbulentos no faltan en pueblo alguno, i por lo que la parte sana de todos juzgue de las miras de aquéllos, debe sacarse la consecuencia de lo que habria de decir en órden a las de éstos [1].

No es esto decir que yo tenga datos para presumir en todos los que se retiraron con fin siniestro i unas miras poco dignas del carácter de ciudadanos; el defecto de algunos no debe hacerse trascendental a los demás, i este es uno de aquellos casos en que, practicándose una misma cosa, no se puede decir mal de todos los que la ejecutaron. Creo de buena fe que dichos ciudadanos habrán procedido con sana intencion; aquél sin duda era su dictámen de conciencia i habrían obrado mal si no lo siguiesen. Yo condeno la intencion de solo dos entre los que firmaron, i en todos estos ese disgusto, esa indignacion porque no fueron seguidos. Respetaré siempre la libre espresion de la voluntad de mis conciudadanos, sea la que fuese; pero declararé en todo tiempo contra ese prurito de llevar tras sí el concepto de los demás, esa inquietud por conseguirlo i esa intolerancia o egoísmo en no querer para otros las ventajas que para nosotros apetecemos.

No debe pasarse en silencio que el principal individuo, cuyas miras particulares se solapan con el velo de patriotismo, es el que en este pueblo tiene el peor concepto en esta materia. Regularmente se ha oido estimarle por anti patriota; i aunque no he querido persuadirme que lo sea, puedo al menos asegurar que, con motivo de estas ocurrencias, han llegado a mi noticias antecedentes que le hacen poco honor en esta materia.

Sea de esto lo que fuere, lo que jamas podrá dudarse es que hai mucha diferencia entre el sistema del tal sujeto i el mió. Muchos se han titulado patriotas porque dijeron: ¡Viva la Patria! cuando no podian decir impunemente que muera. Mi decision está sellada con obras i tiene el testimonio de sacrificios hechos en favor de la causa ántes i en el mismo tiempo en que otros disfrutaban empleos del Gobierno español i se honraban con el título de miserables esclavos del tirano de América, brindándose a servirle como tales para rendir por asedio las armas de la Patria tal vez en este mismo pueblo. Este noble orgullo, de que tanto puedo lisonjearme i que tan léjos se halla de mi principal calumniador, es que debe hacer concebir a los desapasionados que aun en caso de duda sobre quién intente destruir la libertad, debe creerse mas bien de esos que ya la hayan atacado en su cuna, que no de quien la tuvo desde un principio por su ídolo, quien ha peleado por ella i quien ha consagrado a su nacencia i prosperidad los sacrificios que son notorios.

Son tambien manifiestas las operaciones mias practicadas en circunstancias de que un desnaturalizado hijo de la Patria (que los hai a la sombra de patriotismo) queria engrandecerse a costa de tiranizarla. Esos lances son los que deciden del carácter e intenciones del hombre, i los que aun en duda dan en su favor una presuncion tan legal, que ella sola basta para inclinar la balanza. Es un dolor, desconocido ántes para los que empezaron la revolucion, que hubiese de llegar tiempo en que las columnas del cetro español quieran formar paralelo con los que han trabajado aun para que naciese la libertad de su país; que esos instrumentos habituales de un poder opresivo se gloríen despues impunemente de pertenecer a facciones i sostenerlas con la capa de libertad, para abusar de ella contra los que pueden darles lecciones de patriotismo.

  1. Repito lo dicho en la anterior nota. Un error de concepto i no de voluntad, ha sido el móvil de los mas individuos que se retrajeron, sin duda porque estimaban justa su opinion, i como que eran libres no querían producirla. Son pocos los que han obrado con siniestra intencion i tal vez no llegan a seis entre todos los de la lista número 1.