Ir al contenido

Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XVII (1828-1829).djvu/461

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
455
SESION DE 29 DE OCTUBRE DE 1829

Aunque se ha intentado hacer impotentes empeños para contradecirlos, el oficio del jeneral Pinto en que se escusa de aceptar el mando supremo, disipa todas las dudas que pudiera ocasionar el tamaño de unos atentados de que no se conoce ejemplo.

En el catálogo de las Constituciones violadas en el mundo entero, no se encuentra una que lo haya sido por los mismos que la firmaron i que se encargaron de hacerla permanente i estable. Regularmente se han cometido estas violaciones por los gobernantes para ensanchar el círculo de su poder, i dar estension a los límites de sus facultades; pero que un Congreso Lejislativo i el primero que iba a honrarse con el nombre de constitucional, haya dado tantos ataques a esa institucion a quien debe su existencia, únicamente por satisfacer la ambicion de unos cuantos intrusos, es un suceso estraordinario i desconocido en las ocurrencias políticas. Sus autores pensaron sin duda autorizarlo con el silencio de los pueblos, mas ya estos saben mui bien apreciar sus derechos, tienen voluntad propia i su espíritu verdaderamente republicano les impide el dejarse alucinar con fantasmas i quimeras. Todos exijen con voz imperiosa el que cuanto ántes se disuelvan las Cámaras, como la única medida necesaria para vengar los ultrajes inferidos a la Constitucion, i que inmediatamente se proceda a elejir nuevos funcionarios que tengan virtudes para corresponder a sus altas confianzas. Las valientes provincias de Concepcion i del Maule han negado la obediencia al Gobierno jeneral, retirado los poderes a sus diputados i protestado de nulidad contra todo lo que se ha obrado. A este movimiento inspirado por el deseo del órden se han reunido los conquistadores de la independencia, volviendo las armas que en otro tiempo emplearon en esterminar los enemigos esteriores, contra los infractores del contrato que organizaba la libertad i establecia las reglas de la vida social. La de Colchagua, a quien domina el espíritu de los antiguos Promaucaes, acompaña con sus votos el de las anteriores, i si no se manifiesta en actitud mas imponente es porque recela de esos guerreros que ocupan su territorio, a quienes todavia no ha abierto los ojos el desengaño. En la de Santiago se han disipado los gritos de partido i las denominaciones de faccion, i solo se encuentra un sentimiento jeneral de desprecio i de indignación porque todavia se reúnen las Cámaras a perder tiempo en deliberaciones que jamas podrán conciliar el menor respeto i que no producen mas resultados que el gravar el Erario con salarios no merecidos. La de Aconcagua se habria presentado ya del mismo modo que las del Maule i Concepción, si el estado de exaltacion en que se hallan sus habitantes no hubiera infundido a algunos hombres de influencia el pensamiento de aquietarlos para evitar los desastres que pudieran ocasionarse de ciertas discordias.

De Coquimbo se espera que tambien tomará parte activa en una causa tan sagrada; i en la escasez de noticias sobre el estado de su opinion, solo se sabe que el ciudadano don Joaquin Vicuña ha manifestado a su hermano don Francisco por medio de una carta que han visto los señores don Manuel Huici i don Fermin Solar, que jamas empuñará un baston que se le ha destinado contra la lei; i aunque la opinion de un solo ciudadano parezca insignificante, debe creerse que no puede ser singular, si se atiende a sus relaciones.

La distancia que media entre este teatro de los desastres i las otras dos provincias de la República, no permite hacer anuncios fundados; pero es regular que cuando lleguen a sus noticias las operaciones de las Cámaras, participen del sentimiento que anima al resto de sus compatriotas. La poblacion de Valparaíso, que parecía separada de los negocios políticos por la imposibilidad cjue le infunde su ocupacion mercantil, ha manifestado a presencia del mismo Congreso el asombro que le causó su conducta.

El jeneral Pinto, a quien se ha presentado como el caudillo de los intrusos i el protector de sus maniobras, ha vuelto sobre sus pasos, horrorizado con la perspectiva de los males que amenazan a la Patria; ha vituperado a las Cámaras la irregularidad de su comportacion i se ha hecho cargo del mando con la precisa condicion de que se retiren. Por moderacion les ha pedido que se disuelvan por su espontánea voluntad; i ya que en su carácter tuvo la valentía da dar este paso que debia separarle para siempre de ese cortejo que labró su descrédito i conducirle al seno de los hombres honrados, en donde siempre encontrará el apoyo de la rectitud, es lamentable que haya dejado correr el tercer capítulo de su nota pasada al Congreso el 20 del corriente, trazada sin duda por la mano de algun fementido que quiso oscurecer sus solemnes compromisos con las sombras de la ambigüedad.

Habia dicho al Congreso en su nota del 18 que la ilegalidad de sus actos le imposibilitaba de admitir la presidencia porque se haria cómplice de esas opeiaciones de tendencia perniciosa, i le ponia en la obligacion de renunciarla. En esa esposicion manifestó el jeneral Pinto que su opinion privada se afianzaba en los mismos principios que la jeneral, i aunque fué desatendida, porque se le obligó a recibirse del mando, protestó que lo aceptaba con la condicion de que las Cámaras habian de sancionar un proyecto que consideraba necesario para asegurar la tranquilidad pública. Éste fué el de invitar al Congreso a separarse, mas al hacerlo presente exije sacrificios jenerosos para reunir los ánimos diverjentes, para desarmar la maledicencia i el descontento, para quitar todo pretesto a la sedicion i todo pábulo a las miras personales.

Aunque esas espresiones pueden tomarse en un sentido lato, no corresponde que al tiempo