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SESION DE 10 DE AGOSTO DE 1832

Legacion chilena, contra el enemigo común de toda la América, i no contra el enemigo comun a entrambas, que fué la frase empleada en el proyecto del señor Trujillo, i que podia en aquella época comprender mui bien al jeneral Bolívar.

Nadie ignora las maniobras de este ilustre guerrero para estender su dominacion a las Repúblicas chilena i arjentina; todos saben que sus planes confiados a uno de los que creyó se prestasen de buena fé a servirle de ájente en Buenos Aires, fueron revelados a su Gobierno, el que los comunicó al de Chile inmediatamente. Es constante la alarma en que, a la sazón, se hallaba el último de estos dos pueblos, i el regocijo que manifestó su Gobierno con demostraciones públicas el dia que recibió la noticia del feliz cambiamiento de 26 de Enero, que puso un dique a las aspiraciones de aquel jefe en el Perú. En semejantes circunstancias i cuando ciertamente convenia a los Estados que entraban en negociaciones de alianza i comercio, no habria sido estraño que propuesta espontáneamente aquélla por el mismo Chile contra el enemigo comun a entrambas, entendiera el comisionado peruano que no solo se ofrecía contra la España sino también contra el jeneral Bolívar. Pero, su aseveracion de no haberla pedido por su parte, confrontada con su conducta i con las mismas imputaciones que se leen en el artículo de El Telégrafo, prueban hasta la evidencia la falsedad del supuesto impedimento de los tratados.

Partiendo de un hecho incuestionable, cual es el empeño decidido de nuestro comisionado porque el Perú hiciera triunfar su independencia i libertad contra el guerrero colombiano, que pretendía atarlo a su carro, preguntaremos al articulista ¿cómo pudo ser que un hombre tan ardiente por esta causa dejara correr cerca de siete meses sin presentar su contra-proyecto i exijir la condicion sine qua non que le atribuye? ¿Es verosímil siquiera que, cuando el Perú temia ser atacado simultáneamente por el Norte i por el Sur, cuando los jenerales Bolívar i Sucre podian obrar de acuerdo, el negociador peruano, tan interesado en la salvacion de su Patria, se descuidara en una alianza de la que el Perú pudiera sacar ventajas en su conflicto? ¿Tan necio se le supondrá que aguardase el momento de darse la señal del combate para proponer tal condicion; que no habiéndola indicado en circunstancias mas apuradas, se antojara de hacerlo cuando los cuidados eran menores en el mes de Julio, en que el jeneral Sucre había ya caido i la libertad de Bolivia era infalible? I si la propuso o exijió ántes, ella no fué sin duda el embarazo para la celebracion del tratado, puesto que hubo ocho meses de súplicas i de visitas por parte del señor Ministro chileno ántes que el nuestro presentase su contra-proyecto. Apénas fuese no ya exijida sino indicada tal calidad odiosa, debió manifestarse la imposibilidad de admitirla.

En confirmacion de sus opiniones, alega el articulista que, entre los primeros artículos del contra-proyecto, se halla uno que requiere alianza ofensiva i defensiva entre ámbas Repúblicas, olvidando que también su encuentra en los mismos artículos del proyecto presentado por la Legacion chilena uno que exije la alianza perpétua de las dos Repúblicas, para sostener recíprocamente su independencia contra el enemigo comun a entrambas. Prescindimos de que los artículos confrontados parece que solo varían en la redacción mas o ménos clara i precisa, i que en sustancia importan lo mismo. Damos que el del contraproyecto envuelva la condicion de hacerla guerra al jeneral Bolívar. Todo esto desaparece a vista de la indicación verbal de nuestro Plenipotenciario, asegurando que, por parte del Gobierno, no se pondría el menor obstáculo a que el artículo se concretara a sola la liga contra el enemigo común de la independencia de América.

Esta indicacion fué hecha en la única entrevista que tuvieron ámbos Ministros, i en que hablaron algo sobre la materia. Ella no es dudable, atendida la notoria veracidad i franqueza del que acaba de publicarla, i mucho mas si se considera que no tenia por qué echar mano de tan triste recurso, siendo evidente que el hacer simples proposiciones jamas puede llamarse propiamente exijir, que un mero artículo de proyecto de tratado ni debe ni puede nunca considerarse una condicion sine qua non; que, cuando se piden conferencias, es para reformar o suprimir lo que merezca serlo; que entablada una sola de éstas en que el Enviado chileno hubiera desenvuelto las razones por las cuales no estuviera en los intereses de su Gobierno convenir en la liga propuesta, si ellas no hacian fuerza a nuestro comisionado, le quedaba todavía el recurso de conferenciar de una manera amigable o con el Ministro del despacho o con el mismo Jefe de la República, i dar, en fin, todos los pasos que dictan la prudencia i la sagacidad de que debe hallarse adornado un ájente diplomático. Si nada de esto hubo; si exonerado de la comision el señor Luna, el Ministro de Chile no solicitó entenderse directamente con el de Relaciones Esteriores del Perú, o si invitado por éste, como es de creer, no hizo mas que pedir pasaportes i alejarse del territorio, no se culpe al Perú por la nó celebracion del tratado hasta aquella fecha, ni se aleguen hoi motivos de que ni siquiera rumores han corrido en lugares donde, poco mas o ménos, todo se trasciende.

Lo que jeneralmente se habia creido acerca de este objeto, es lo mismo que hoi se ha puesto en claro con la publicacion de los artículos 8, 9 i 10 del proyecto del señor Trujillo; artículos que probablemente se habrán repetido por el Plenipotenciario que lo reemplazó, según se colije de El Conciliador.

"Concretando el Enviado de Chile, dice este periódico en el número 68, toda el alma de la ne