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CARTAS ESCOGIDAS 473

una oración fúnebre : verdaderamente vuestro estilo es de una energía y de una belleza extraordinarias ; estabais en las explo- siones de la elocuencia que da la emoción del dolor. No ereáis, hija mía, que su recuerdo se haya acabado en este país. Esto río que lo arrastra todo, no arrastra tan pronto una memoria de esta especie : está consagrada á la inmortalidad. Yo estaba el otro día en casa de Mad. de la Rochefoucauld con Mad. de La Fayelte, Mad. de Lavardin y Mr. de Marsillac. Mr. le Premier vino también; la conversación duró dos horas sobre las divinas cualidades de este verdadero héroe. Todos los ojos estaban ba- ñados en lágrimas y no podéis figuraros de qué manera eslá grabado en los corazones tan profundamente el dolor de su pérdida : vos no tenéis nada por encima de nosotros más que el consuelo de suspirar más alto y de escribir su panegírico. Notábamos una cosa, y es que no solamente después de su muerte se admira la grandeza de su corazón, la extensión de sus luces y la elevación de su alma, sino que todo el mundo estaba convencido de ello durante su vida y podéis pensar lo que hace su pérdida además de lo que se pensaba de él. En fin, no creáis que esta muerte sea aquí como la de los otros. Podéis hablar de ella tanto como queráis sin creer que la dosis de vuestro dolor sea superior á la nuestra. En cuanto á su alma, y esto es también un milagro de la estimación perfecta que se tenía por él, no ha pasado por la cabeza de ningún devoto que dicha alma no estuviese en buen estado : no se podría comprender que el mal y el pecado pudiesen estar en su cora- zón. Su conversión tan sincera nos ha parecido como un bau- tismo; cada uno cuenta la inocencia de sus costumbres, la pu- reza de sus intenciones, su humildad alejada de toda suerte de afectación, la sólida gloria de que él estaba lleno sin fausto y sin ostentación, amando la virtud por ella misma sin cuidarse de la aprobación de los hombres; una caridad generosa y cris- tiana. ¿Os he dicho cómo equipó este regimiento inglés? Le costó catorce mil francos y quedó sin dinero. Los ingleses han dicho á Mr. de Lorges que acabarían de servir esta campaña por vengar la muerte de Mr de Turenne, pero que después de