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228 MADAMA DE SEVIGNÉ

sais en mi salud me impide de querer hacer la menor altora= ción. Vuestras reflexiones sobre los sacrificios que se hacen á la razón, muy justas en el estado en que nosotras nos en- tontramos. Es verdad que sólo el amor de Dios puede hacer- nos felices en este mundo y en el otro : hace muy largo tiempe que se dice; pero vos lo habéis dado un aspecto que me ha conmovido. Es un hermoso asunto de meditación la muerte del mariscal de Rochefort; un ambicioso, cuya ambición es satisfe- cha; ¡morir á los cuarenta años! Tiene algo de muy deplora- ble. Ha rogado al morir á la condesa de Guiche que viniese á buscar su mujer á Nancy y le da el cuidado de consolarla.

Encuentro que ella pierde tanto por todos conceptos, que no creo que esto sea una cosa fácil. Ved aquí una carta de Mad. de La Fayette que os distraerá. Mad. de Brissac ha venido aquí por un cier'» cólico y no se ha encontrado bien : ha partido hoy de en casa de Bayard después de haber brillado, danzado “comido carne y pescado.

El canónigo me ha escrito; me parece que había exagerado su frialdad por la mía. Yo la conozco y el medio de agra:larla es no pedirle nada. Mad. de Brissac y ella formaron el más hermoso contraste de fuego y de agua que jamás se ha visto.

Yo quisiera ver esta duquesa establecerse en vuestra plaza de :

predicadores sin ninguna consideración de edad ni cualidad : esto excede á todo cuanto se puede creer. Sois un ídolo bien agradable; sabed que ella encontraría muy bien el vivir donde vos moriríais de hambre.

Pero hablemos de la encantadora ducha; ya os he hecho la descripción de clla. Estoy en la cuarta y lomaré hasta ocho. «

Mis sudores son tan exlremos que calo hasta los colchones; : pienso que es toda el agua que he bebido desde que estoy en ; el mundo. Cuando se entra en esta cama verdaderamente ya: no se puede más; la cabeza y todo el cuerpo están en movi-:

miento, todos los espíritus en campaña y latidos por todas partes. Estoy una hora sin abrir la boca, durante la cuz .: el sudor empieza y continúa dos horas después, y de miedo de> impacientarme hago leer á mii médico álgo que me agrade