— 75 - denó que esa prenda qae contenia los secretos del des- tino fuese ofrecida al más sabio de los griegos. Tales se la pasó á Bias, Bias á Bion el hijo de la ramera. Mas como sabio, éste debia ser modesto ; se la pasó á Solón, y de mano en mano volvió á la de Tales : círculo su- blime en cuya órbita giran armoniosas cordura, modes- tia y sabiduría, cual tres esferas animadas en cuyas en- trañas viene sonando la música del cielo. Considerar la verdad por su aspecto filosófico no es ofender á nadie : hay plumas que son como el áspid sagrado, no pican sino á los malos. Cervantes tendrá razón, por otra parte, mas no sin amplias restricciones : los fundadores de mil ciudades, los preceptores de la rehgionyla moral, los maestros de las ciencias y las artes, hombres de bien han de haber sido, y no todos gente hampesca ó de la vida airada. Y esos aventureros fabulosos que acometian empresas tales, que al andar del tiempo serian tan puestas en controversia como las de los héroes de la Ilíada, si la historia no estuviera ahí apalancando contra la duda ó la incredulidad de las futuras generaciones ; esos soberbios castellanos, caba- lleros sin miedo, aunque no del todo sin reproche, que así miraban por su Dios como por su rey y su honra, se habrán echado al mar desde la Héria de Sevilla, pidiendo Ucencia á Monipodio? Calle ! los conquistadores del nuevo mundo no se llamaban Chiquiznaque y Mani- ferro, Rinconete y Cortadillo ; se llamaban Francisco y Gonzalo Pizarro ; se llamaban Pedro Alvarado y Sebas- tian Benalcázar ; se llamaban Hernán Cortés y Panfilo deNarvaez ; y los que iban viniendo no eran menos que
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