Nada tiene de estraño, entonces, que, fiándome mas de mi suerte que de mi acierto, haya tomado á lo sério la inofensiva manía de borronear carillas en cuenta de perfiles parlamentarios.
Pero hé aquí que se destaca en mi lienzo la pronunciada silueta del conocido General Lucio V. Mansilla.
Cada vez que lo veo ó lo recuerdo, adquieren fosfórica lumbre las palabras de Bossuet que tengo estereotipadas en la mente:
«¿Es el hombre un prodigio?... Es una suma de incompatibilidades?... Es un resto de sí mismo? Una sombra de su ser? ó un edificio derrumbado que conserva, entre sus escombros, algo de la grandeza de su primitivo estado?
No es un carácter y, sin embargo, reviste su actividad rasgos esencialmente característicos.
Es un tipo, tanto en los círculos militares, como en los políticos y sociales.
Pero sus condiciones de militar, de político y de hombre culto, no salen del nivel común.
Esas peculiaridades del General Mansilla me ponen en serios aprietos.
Si fuese un carácter universal, habia yo menester un talento genial por el estilo de los de Cervantes, Rabelais, Goethe y Shakespeare.