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gimentada, que no razona, pero que vota como tabla.

Empero, San Roman se ha sobrepuesta á lo que pocos se sobrepondrían: á defenderse con brillo y elocuencia ante un Juez dispuesto á condenar, cualquiera que fuera el derecho de la parte.

Y ni estas circunstancias cortaron el vuelo de la inspiración del Dr. San Roman. Su discurso tiene una pieza de resistencia que nada será parte, como no fué en la Cámara, á destruirla ó gastarla.

El rechazo del Dr. San Roman puede ser el punto de partida de hechos de importancia política y es probable qeu el porvenir confirme aquello de que no hay mal que por bien no venga.

Todos los hombres de pensamiento creen próxima una reacción producida por los mismos que hoy se empeñan en destruir y correomper las instituciones.

Mientras llega tan bello momento saludamos de pié al distinguido Dr. San Roman, honrado una vez mas con un rechazo escandaloso. Su nombre se presenta, como siemprem rodeado de simpatías y aplausos, que al fin valen mas que los honores efímeros de sentarse en un Congreso cuya mayoría es de línea.


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