talento, no ha conseguido ni conseguirá hacerse simpático á los ojos de los correntinos.
Lo último, en razón de que, por sus antecedentes y por su facha, mas bien estará en el centro moderado, en la línea media, en el si-nó, que en alguno de los estremos.
El correntino ama á su Provincia, no con el sentimiento sensual que suele llegar hasta el martirio, sinó con el cariño filial que comienza en el sacrificio y acaba en el ferocidad.
Aun lo trivial subleva tempestados de susceptibilidad localista, bajo esos cráneos recalentados por el sol de los trópicos.
Las desdichas de su heróica Provincia, repercuten en sus corazones, con la vibració desgarradora del lamento materno en las fibras de la ternura filial.
De ahí que solo conozcan el ódio y el entusiasmo: aborrecen á los autores ó cómplices de los crímenes de lesa-provincia; y aman con el alma á los caudillos que han encabezado los movimientos patrióticos del pueeblo correntino.
Derqui no ha sido autor, porque le ha faltado talla, pero sí cómplice de las mayores desgracias que han afligido á Corrientes en los últimos años.
Con un poco de «ayuda-propia», hubiese