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MEMORIAS CIENTÍFICAS I LITERARIAS

sus compañeros i conocidos que ignoran el difícil arte de la lectura. Quizá algún cantor enriquezca con alguna producción su repertorio; pero, en jeneral, estas hojas ya no son destinadas al canto, sino a la simple lectura.

§ 3.—Gran parte de las noticias en que fundo mi esposición las debo a un cantor santiaguino Aniceto Pozo, otras al poeta popular ciego Hipólito Cordero. Don Aniceto es de oficio carpintero, un joven bien parecido, de treinta años apenas. La mayor parte de la semana la dedica al trabajo; pero el Sábado por la tarde suele aceptar la invitación de algún conocido o propietario de una fonda rústica en los alrededores de Santiago, donde permanece hasta el lúnes. Así lo ví en una tarde de domingo sentado debajo la ramada del bodegón de Renca, en sus rodillas el guitarrón, rodeado de una quincena de huasos i unas pocas mujeres, la mayor parte en cuclillas, otros sentados en silletas bajas. Allí les cantaba del cielo i de la tierra, de amor i de pelea, mezclando de vez en cuando algún versito jocoso. El público en silencio prestaba atención i en los intervalos circulaba el potrillo con el famoso ponche en culén, fabricado con anís del mono que uno brindaba al otro con frases ceremoniales como «le quito el veneno» (le brindo el primer trago), «le comprometo», «le cumplo» (o: «se la hago», «se la pago»).

§ 4.——El instrumento en que el cantor acompaña, sus poesías, el guitarrón, es una especie de guitarra grande de 25 cuerdas. Don Aniceto, que construye