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ALFONSINA STORNI
Acordada,
otra,
desovilló
sedosa
la palabra
rimada.
A pico,
la luna
caía
sobre el cenáculo
Negra,
bordeaba el mundo
el perfil
de una sierra.
Un mano
deseaba.
No la tuya:
la de Dios.
A su lado
caminar
en la noche
por las cuchillas
nevadas.