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se disipa sin combate ¿se entrega a la fuga. Los valientes huían mos aprisa que los tímidos, i el desaliento nacional, al ver votas i desbandadas aquellas lejiones queántes eran sinónimos de vic= toria, se apodera de todos los corazones.
En ménos de veinte horas, el jeneral San Martin habia recor- rido, despues del desastre de Cancha-Rayada, el espacio que media entre Talcai Paíne, en los limites del Mano de Maipo en que está sibnada Santiago. Quedaban en poder de los españoles artilleria, tesoro, hagajes, trenes, i mas que toda el preslijio de invencible ¿la moralidad del ejército patriota. San Martin huía, no ya como un jefe desgraciado, mi como an militar cobarde, sino como un ente ridiculo para quien la allanera seguridad de sus primeros pasos se converliaen lanfarronada e ineptitud. ¿ Qué iba a responder ante el gobierno de su patria, antela historia 3 ante Chile, sobre esta derrota de Cancha-Rayada? ¿En qué ve- vien a lerminar la espedicion de los Andes, la reconquisla de Chile i las amenazas a los vireyes del Perú?
A la altura de Paíne venía el camino del Sur, que conduce a Santiago, leno de una mulútud polvorosa, sedienta i deshecha; San Marlin, rodeado de algunos jefes ¡ edecanes, precedia aquel tumulto de caballos jadeando de cansancio i estenuacion; pero el San Martin que ahora venia no cra el que la poblacion de San- tiago habia visto triunfante, erguido i placentero por la victoria de Chacabuco; era un cadáver, un reo, subre cuya frente se di- señahan los signos de la humillacion i de la vergúenza, Un gra- pu de paisanos obstruia, al parecer, el camino a cierta distancia ; ¿Jos veteranos del ejército de los Audes temblaban ahora al divi sar grupos de paisanos. El mayor O'Brien, edecan del jeneral fujitivo, fué destacado con algunos soldados para practicar un reconocimiento. San Martin aguardó el resultado enfrente de un bodegon, donde algunos soldados asistentes apagaban Ja sed. Luego volvió el major O'Brien seguido de los paisanos, ¡todos formaron un solo grupo.