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EL GRISÚ

Ese dia, como siempre, la noticia de su bajada habia producido cierta inquieta exitacion en las diversas faenas. Los obreros fijaban una mirada recelosa en cada lucecilla que brillaba en las tinieblas, creyendo ver a cada instante aparecer aquel blanquecino i temido resplandor. Por todas partes se trabajaba con febril actividad: los barreteros con el cuerpo encojido, doblado a veces en posturas inverosímiles, arrancaban trozo a trozo el quebradizo mineral que los carretilleros conducian empujando las rechinantes vagonetas hasta los tornos de las galerias de arrastre.

El injeniero con su acompañante se detuvieron algunos momentos en el departamento de los capataces donde el primero se impuso de los detalles i necesidades que habian hecho indispensable su presencia. Despues de dar allí algunas órdenes, siempre en compañia del capataz mayor, se dirijió hacia el interior de la mina recorrien-