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EL PAGO

tando un lijero penacho en mitad de una charca, miéntras el obrero, con las manos en los bolsillos, descendia por la carretera sin hacer caso de las voces de una pobre anciana que con las faldas levantadas corria gritando con acento angustioso:

— ¡Juan, Juan! pero él no se detenia i mui pronto sus figuras macilentas, azotadas por el viento i por la lluvia desaparecieron arrastradas, a lo lejos, por el torrente nunca exhausto del dolor i la miseria.

Pedro María esperaba con paciencia su turno i cuando el capataz esclamó en voz alta

— ¡Barreteros de la Doble! se estremeció i aguardó nervioso, con el oido atento a que se pronunciase su nombre, pero las tres palabras que lo constituian no llegaron a sus oídos. Unos tras otros fueron llamados sus compañeros i al escuchar de nuevo la voz aguda del capataz que gritaba:

— ¡Barreteros de la Media Hoja! un ca-

7 el pago.