Maldonado, que cuando se hubiese de ir su navío, los embarcase secretamente, y los sacase del reyno; el cual lo tomó á su cargo, y ya que Juan de Mendoza estaba despachado (aunque no como deseaba, porque el Rey no le daba respuesta para el gobernador, y se la dilataba y sus mercaderías no habían tenido buenas ganancias), determinó, por consejo de Fr. Juan Maldonado, de tomar una noche su artillería, y salirse con la mayor priesa que pudiese el río abajo, y que la misma noche el religioso Portugues, y los de su compañía (que serían doce hombres) ocultamente se saliesen de la ciudad, y le aguardasen en el río, ocho leguas de allí, en paraje señalado; donde los embarcaría. Hízose así, y teniendo el Rey noticia de la ida de Juan de Mendoza con su navío, sin su licencia y despacho, y que llevaba el fraile y Portugueses que tenía en su Corte, se indignó de manera, que envió cuarenta paroes artillados, con mucha gente de guerra en su seguimiento, para que los prendiesen y volviesen á la Corte, ó los matasen; y aunque Juan de Mendoza se daba la priesa que podía en bajar por el río, como era navío sin remos, y las velas no le servían todas veces, y el camino de mas de setenta leguas, le alcanzaron en él los Sianes. Púsose Juan de Mendoza en defensa, cuando le llegaron cerca, y con el artillería y arcabucería los ofendía tanto, que temían abordalle; todavía se le arrimaron algunas veces, y le procuraron entrar, y le echaron fuego artificial, con que tuvieron los Españoles bien que hacer; porque duró mas de ocho días la pelea, de día y de noche, hasta que ya estaban cerca de la barra, porque el navío no se les fuese, le acometieron todos los paroes (que habían quedado de las refriegas pasadas), juntos, y hicieron el último esfuerzo que pudieron; y aunque los Sianes no pudieron salir con su intento, y llevaron la peor parte de muertos y heridos, no quedaron los Españoles sin mucho daño; porque murió en la pelea el piloto Juan Martinez de
Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/229
Apariencia