maron, matando algunos Indios della, que los demas se vinieron huyendo á la ciudad; en la cual, estaban ya las puertas cerradas, y toda la gente con las armas en la mano, tendida sobre las murallas, y en otros puestos convenientes, para lo que fuese necesario, hasta que amaneció. El enemigo, que ya tenía mas número de gente, se retiró á su fuerte, para salir de allí con mas pujanza. Don Luis Dasmariñas, que estaba en guarda de la iglesia y monasterio de Minondoc, esperando cada hora que el enemigo había de venir sobre él, envió al gobernador á pedir mas gente, que se la envió, de soldados de paga, y vecinos de la ciudad, con los capitanes don Tomas Bravo de Acuña su sobrino, y Juan de Alcega, Pedro de Arceo, y Gaspar Perez, con cuyo consejo y parecer, se gobernase en la ocasion. En la ciudad todo era confusion, alaridos y voces, particularmente, de los Indios, mujeres y niños, que venían á salvarse á ella, y aunque, por asegurarse de los Sangleyes del Parián, se les pidió se metiesen los mercaderes en la ciudad, con sus haciendas, no se atrevieron á ello, porque siempre entendieron que el enemigo tomaría (con la pujanza de gente que tenía) la ciudad, y degollaría los Españoles, y peligrarían todos, y así, quisieron mas quedarse en su Parián, para hacerse á la parte que llevase lo mejor. Don Luis Dasmariñas con el socorro que el gobernador le envió, pareciéndole convenía buscar luego al enemigo, antes que acabase de juntarse y engrosarse, dejando en Minondoc setenta soldados á cargo de Gaspar Perez, con el resto de la gente, que serían ciento y cuarenta hombres arcabuceros, los mas escogidos, se fué al pueblo de Tondo para fortificarse en la iglesia, que es de piedra, donde llegó á las once del día. El mismo intento tuvieron los
texto y está mencionado por Argensola. Sin embargo, de la descripción que de esta población dan Morga (el Cap. VIII) y Chirino, parece deducirse que Laguio exis-tiá donde hoy está el barrio de la Concepción. En efecto, queda aun la calle de Laguio, entre Malate y la Ermita.