enseñándoles, á servir la iglesia, canto llano, y canto de órgano, y tocar ministriles, danzar, cantar, y tañer harpas, guitarras y otros instrumentos, en que ya hay tanta destreza; especialmente, al rededor de Manila, que hay muy buenas capillas de cantores y de ministriles, de los Naturales, diestros y de buenas voces, y muchos danzantes y músicos, de los demas instrumentos[1], que solemnizan y adornan las fiestas del Santísimo Sacramento, y otras muchas del año; y representan autos, y comedias en español, y en su lengua con buena gracia, que esto se debe al cuidado y curiosidad de los religiosos; que sin cansarse entienden en su aprovechamiento[2].
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Esta disposición músical de los Filipinos fué en todo tiempo reconocida, que ya en el siglo xvii, hubo un virtuoso lego Tagalo de la orden de San Agustín, que era gran organista, maestro cantor, y sacristán menor, habiendo compuesto y escrito muchos libros de coro. «Sus Padres fueron principales; y el sitio donde está al presente la iglesia y sacristía del Convento de Manila (S. Agustín) eran casas y tierras de su abuelo.» (G. de S. Agustín, p. 491). Los Jesuítas Chirino y Colin hablan de esta misma cualidad musical, y tratando de la guitarra tagala de cuatro cuerdas llamado Coryapi (Kuriapi) dicen que la tocaban con destreza «y es cosa averiguada que con sólo tocarla se hablan y entienden lo que quieren.» Tal vez debido á esta gran disposición músical, no se pone conservatorio de música por considerarlo inútil y superfluo.
Los historiadores elogian mucho también el baile filipino, «belicoso y apitonado, pero con pasos y mudanzas mesuradas» ejecutado á los acordes de una campana de China. Colin describe largamente estas danzas y confirma lo que dice Chirino, de que eran tan graciosas y airosas que solemnizaban con ellas las procesiones y fiestas cristianas. Todo esto se ha perdido, pero no por culpa de nadie, sino de los mismos Filipinos, que se apresuraron á dejar lo suyo para tomar lo nuevo. - ↑ Valga esta observación para las comedias en español, la música religiosa, el arpa, etc.; pero para las comedias en tagalo, el
de Letrán que se abrió 40 años más tarde. Los historiadores romanos no pudieron decir lo mismo de sus colonias, á pesar de estar éstas en frecuente contacto con el mundo civilizado; verdad es también que exceptuando las provincias del Oriente y acaso algunas tribus germanas, ninguna de la provincias ó colonias romanas del Occidente tenían un alfabeto propio y un lenguaje tan rico como los Tagalos, como observa muy bien el Prof. Blumentritt. Solamente ahora que la instrucción en los pueblos está tan abandonada, con razón ó sin ella cacarean la ineptitud y rudeza de los habitantes, los mismos que debían procurarla y son los responsables de sus faltas.