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102 POLÍTICA DOMÉSTICA

procura reprimir. Una instrucción precoz parece querer justificar esa vana presunción, y darle una especie de frescura que no corresponde á la niñez, sino á la juventud.

Algunas madres no temen elogiar rasgos del ta- lento de sus niños, exagerando en presencia de ellos sus cualidades, su saber y sus gracias. Hay padre que se complace en decir, á quien quiere Oirle, que está muy distante de ser tan instruido como su hijo, y cifra cierta especie de vanidad en re- bajarse á los ojos de su querido vástago. El padre, lo mismo que la madre, no puede lícitamente abdicar su dignidad; debe exigir respeto para sí y para aque- llos á quienes él mismo respeta.

La cortesanía, como todas las cosas humanas, suele ser objeto de abuso; cuando es llevada á la exageración, no tiene ya por móvil la benevolencia, sino la baja lisonja. A veces, por no incurrir en fal- ta, por carecer de buen juicio, por frivolidad ó por vanidad, una joven exagera la expresión de sus sen- timientos y se abandona al placer de ver admirar lo que ella dice. Menester es que la madre prohiba que sus niñas adornen la verdad con primores de cortesías exageradas; estas nadas, aunque sean he- chas con gracia, son ilícitas, porque se convierten en cortesanía vanidosa y en cortesanía interesada, esto es, en los dos principales caracteres del abuso.