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POLÍTICA DOMÉSTICA 139

continuamente de la trabajosa gloria de ser el afor- tunado esposo de una mujer virtuosa. El pobre hombre indaga en el fondo de su conciencia la causa de tan continuas borrascas, mide sus palabras, cal- cula sus ademanes, interroga tus miradas, estudia tus gustos y consulta á tus amigas, á fin de saber cómo ha de conducirse para recibir una no tan terri- ble acogida.

Encuéntrasele continuamente inquieto, dirigiendo miradas á un horizonte que se le presenta siempre, jay!, cubierto de nubes amenazadoras. Algunas veces su candidez y su buena fé le llevan hasta figu- rarse que una mujer virtuosa no puede menos de ser inaccesible, y que la suya debe tener necesaria- mente ruda corteza como el castaño, que oculta su fruto bajo cáscara espinosa; supone que así es el exterior de la virtud, y cree que lo bueno cuesta siempre mucho.

Pero si por desgracia no es tan cándido tu espo- so, ¿sabes lo que dirá? Pues dirá —cuantas veces en- cuentre ocasión-—que una virtud que sólo sirve para agriarel carácter y hacerlo insoportable, no es pre- cisamente la que nos recomienda el Evangelio. Te comparará con el divino ideal revelado por Jesús, y esta comparación no le conducirá á mirar con es- timación tus cualidades. Su imaginación podrá ir más léjos aún por esta vía: contemplará á otras mu-