En la celebrada fábula de Pacubio, ignoraba Rey quién de los dos era Orestes, y Pílades decía que él era, para morir en su lugar, y Orestes aseguraba él era el verdadero. Aplaudían los espectadores siendo fingido, y comentando esto Cicerón agrega: ¿qué harían si fuese cierto y nó pura comedia?
Llorar! como lo hicieron sencillos corazones emocionados por espectáculo semejante, pero real aquí. El corazón humano palpita por los mismos sentimientos generosos bajo toda latitud, y lágrimas sinceras fueron el mejor aplauso á noble abnegación.
Tan seguro quedaba Iramain de que su amigo no le dejaría en la estacada, como Neirot de que éste su compadre dejaríase colgar en su reemplazo. Vencido por tanta hidalguía, el enérgico Tefe de la reserva en Santiago, á pesar de su omnímoda autoridad, no consiguió contrariar la voluntad unánime del pueblo de Santiago.
¡Amistad! ¡amistad! bendita seas aún en época de versatilidad que si todos desean tener un buen amigo, pocos muy pocos son los que se consagran á ser verdaderos amigos!
Si el culto á la amistad fuera más verdadro, el amor de los hombres convertiría la tierra en un paraíso.